LA NAVIDAD ¡QUE VIDA TAN PERRA!

Podéis ver el cuento junto con la ilustración en esta dirección
Surcandoediciona.wordpress.com

Autora:  Inmaculada Ostos Sobrino


Ilustrador: Vicente Mateo Serra


Correctora: Mariola Díaz-Cano Arévalo


Género: Microrrelato

Este cuento es propiedad de Inmaculada Ostos Sobrino, y su ilustración es propiedad de Vicente Mateo Serra. Quedan reservados todos los derechos de autor.


LA NAVIDAD. ¡Qué vida tan perra!


Me encanta la Navidad.


La gente sale de casa respirando alegría. Sus caras tienen un nuevo brillo, una nueva ilusión, y sus pensamientos los ocupan sus seres queridos y esos regalos que tanta ilusión les harán. La calle se impregna de olores: castañas asadas, maíz, chocolate…Y todas las tiendas se visten de gala con esos adornos tan bonitos. Todo es un despliegue de luces y colores intensos, que se apoderan de la ciudad dándole un aspecto más acogedor, más vivo. Desde mi puesto privilegiado, puedo observarlo todo tremendamente feliz, y es que ¡alguna ventaja tendría que tener el trabajar a pie de calle!


Muchas veces, cuando veo a la gente pasar frente a mi, me imagino como serán sus vidas. Si tendrán hijos, padres, hermanos, y fantaseo con situaciones y cenas maravillosas entre ellos. Aunque también me da un poco de pena esa gente solitaria, que pasa con rostro serio sumida en sus pensamientos, y me pregunto si serán felices así.




Ilustración de Vicente Mateo Serra


Si que es cierto que hay algunas cosillas que no me gustan de la Navidad como, por ejemplo, que mi piel reacciona de una manera un tanto radical al frío. Y es que una vez que lo siente ya no vuelve a ser la misma, jamás entra en calor. Otra de ellas es que la gente parece relajarse y se vuelve un poco más descuidada con sus mascotas. Sacan a pasear a sus perros y no les importa en lo más mínimo que hagan sus necesidades por doquier. A veces creo que padecen una extraña enfermedad invernal, que hace que sus miembros se atrofien y eso les impida agacharse a recoger el regalito que tan a gusto nos dejan sus bebés. Me resulta bastante desagradable el verme rodeada de sus olores y suciedad. Pero, ¡claro!, estamos en Navidad, la época de la paz y el amor, y estas pequeñas anécdotas se pueden disculpar.


No piensan del mismo modo mis compañeras, que cada vez que se acercan estas fechas se ponen a temblar. Temen, sobre todo, los días señalados, pues dicen que las calles se llenan de gente borracha que no respeta a los demás. Pero yo no pienso que sea realmente así, también  tienen derecho a disfrutar un par de días, después de todo un año de duro trabajo; necesitan desconectar.


—¡Mirad, alguien viene!, ¡se acercan a mí! Tal vez quieran adornarme con un espumillón o colgarme algún adorno navideño. ¡Qué guapa me voy a ver!


—¡Dolor, oscuro dolor! Mi cuerpo se dobla y se estremece. Me han arrancado el pie del asfalto, abollado mi cuerpo y roto mi único ojo (el cristal que protege mi bombilla). Quedo a la intemperie y mis tripas, que son los cables, quedan esparcidas en el frío suelo, ultrajadas, marchitas. Por fin entiendo ese miedo que tantas veces me describieron mis compañeras, por fin lo siento y jamás lo volveré a sentir. Por desgracia para mí, ya no hay arreglo.


¡Y es que hay que ver que vida tan perra tenemos las farolas que vivimos en una de las principales avenidas de Valencia!

Comentarios

Entradas populares